eterno eco

y su rostro jamas dijo nada... sus gestos parecian desesperanzados, pero su boca no se inmuto. Ni un leve sonido broto de sus labios, nada, jamas pronuncio nada...

por otro lado mis oidos zumbaban cuando vociferaba como loco. -¡dejame!- le decia una y otra vez... - ¿no entiendes que no te quiero?, ¿que no eres tu el que busque?- pero nada, jamas entendia nada... me queria, demasiado para mi gusto, y no paraba de suplicar mi regreso

y aparecio un tercero, que me susurro dulces palabras que no respondi, que no esperaba nada a cambio, que comprendio mi partida y supo que en realidad jamas me aleje, que seguia ahi, que yo no sentia lo mismo, pero que precisamente eso lo hacia todo especial.

y ahi estaba yo, en un ataud hecho a medida, vestida (lamentablemente) con ropas que jamas use y que tampoco usaria, palida como nunca, con un lebe rubor en las mejillas (cortesia de la maquillista), con los ojos cerrados, inexpresiva.... muerta al fin y al cabo.

y en ese lugubre escenario, entre todo el llanterio y los gritos, entre el aroma a flores y desgracia, entre los cuchicheos y las suposiciones...

un hombre miraba de lejos la escena, quizas mas palido mudo y muerto que yo... sin lagrimas y sin sonrisas se fue... como a un mimo (de esos malisimos) nadie percibio nada en el...
otro hombre lloraba a gritos su desgracia, exigiendome volver, sin resignarse a los hechos, culpandome de todo su dolor y su desdicha... se desvanecia a ratos tirado sobre mi cajon, parecia un mendigo pidiendo limosna, exigiendo dinero a cambio de lanzarse al suelo humillado...
un ultimo hombre, se acerco a mi. Miro mi rostro con dulzura, dejo caer una lagrima sobre mi cuerpo, sintio mi mano agarrando la suya, sonrio y se fue feliz... como un niño que carga sus tesoros, sigilosamente salio, llevandome a mi en su corazon...